27-08-2020 - Nota de prensa con información sobre las piezas de los ciclos temporales (meses de septiembre y octubre)
Jueves, 27 de agosto de 2020
Nuevas obras y documentos de los ciclos expositivos del Museo de las Ferias.
Meses de septiembre y octubre de 2020
“La Obra Destacada” nº 193:
Escultura de San Antolín
“Documentos Archivo Simón Ruiz” nº 29:
Carta del mercader Pedro de Miranda emitida en Ciudad de los Reyes (Lima, Perú), con memorias de cargas de plata
Durante los meses de septiembre y octubre de 2020, se muestran en el museo las nuevas obras y documentos correspondientes a los dos ciclos expositivos temporales patrocinados por la Diputación de Valladolid:
-El nº193 del ciclo “La Obra Destacada” es la escultura de San Antolín, atribuida al taller de Leonardo de Carrión, obra de finales del siglo XVI procedente de la clausura del convento de San José de carmelitas descalzas.
Más información: https://www.museoferias.net/obra-destacada-193-septiembre-y-octubre-2020/
-El nº29 del ciclo “Documentos Archivo Simón Ruiz” es una carta del mercader Pedro de Miranda emitida en Ciudad de los Reyes (Lima, Perú), en marzo de 1571, dirigida a Simón Ruiz en Medina del Campo, con dos memorias de cargas de trece y dieciséis barras de plata que se envían a España desde dicha ciudad.
Más información: Barras de plata desde peru
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Los ciclos expositivos "La Obra Destacada" y “Documentos Archivo Simón Ruiz” son actividades patrocinadas por la Diputación de Valladolid.
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San Antolín
Taller de Leonardo de Carrión
Último tercio del siglo XVI
Madera policromada / 79 x 40 x 26 cm
Monasterio de San José de Carmelitas Descalzas. Medina del Campo |
El patronazgo de los santos sobre las ciudades ha creado toda una galería de representaciones y ciclos hagiográficos, que forman parte de nuestro más valioso patrimonio de la memoria. En unas ocasiones con grandes pretensiones y otras veces con planteamientos muy modestos, el hecho de disponer de la imagen tangible de la santidad servía como elemento distintivo y referencial, al que acudir en los momentos difíciles. San Antolín es el patrono de Medina del Campo y de ahí la existencia de figuras como ésta, que acercaban su imagen más o menos estereotipada a los fieles. La representación del personaje vestido con los ornamentos diaconales, que sostendría la palma del martirio en la mano derecha y un libro con un texto latino en el que se dice que comenzó a sobresalir en virtud desde joven, no deja lugar a dudas en lo que a su identificación se refiere.
Documentado al menos desde el siglo XII existió un templo en Medina puesto bajo la advocación del santo. Parece que su origen se remonta al hecho de haber conseguido una reliquia del santo, al que se le daba culto desde antiguo en la célebre cripta de la catedral palentina. La figura de San Antonino es la de uno de esos mártires, con grandes confusiones de carácter biográfico, donde se mezclan las personalidades de un santo sirio con otro martirizado en Pamiers (Francia), difíciles de deslindar. Lo más probable es que las reliquias llegaran a España procedentes de Francia y fuera la fama de su culto en Palencia, vinculado con la leyenda de la aparición y curación milagrosa del rey Sancho el Mayor de Navarra, lo que terminara por consolidar el prestigio del santo. De este modo llegaría a Medina algún resto del diácono que permitió la dedicación de un templo convertido en el más destacado de la villa, alcanzando la categoría de Colegiata.
La sencillez de la representación de esta pequeña escultura de bulto y su carácter frontal, responden a una intención meramente simbólica. Se trata simplemente de disponer de una imagen del santo que se pueda identificar con facilidad, sin ningún tipo de alarde técnico. El canon corto de la figura y lo sumario tanto de los rasgos físicos como del plegado del alba y de la dalmática que lo caracterizan, están poniendo de manifiesto un empleo limitado de los recursos plásticos, sin grandes pretensiones. Hace algún tiempo que proponíamos la relación de esta obra con el catálogo de artistas como Leonardo de Carrión, activo en Medina del Campo desde 1553 hasta 1576, deudor de los esquemas de los grandes maestros castellanos. Quizás puede resultar más coherente hablar de una obra salida de su taller, acusando de lejos la huella de la expresividad de escultores como Juni en el último cuarto del siglo XVI. La sencilla policromía con la que se completó la obra pertenece también a ese mismo instante cronológico. Sería demasiado suponer que lo que parece ser una cifra en número arábigos, 89, al final del texto latino que porta el santo en su mano izquierda, datara la fecha de la policromía. Probablemente se trate de una referencia al capítulo del acta del martirio o del oficio del propio San Antolín, que se rezara con ocasión de su festividad.
Para la presencia de la escultura en el claustro del convento carmelita de San José no hay demasiadas razones, más que el hecho mismo de contar con una representación del patrón de la villa que acogía la segunda fundación teresiana, aunque bien es cierto que la obra pudo recalar en el convento después de haber sido encargada para otro lugar que desconocemos. Lo cierto es que la pieza, integrada en el ajuar conventual, luce además un curioso collarín con decoración textil y el nombre de Teresa en un medallón central.
Manuel Arias Martínez y
José Ignacio Hernández Redondo
Museo Nacional de Escultura
DOCUMENTOS ARCHIVO SIMÓN RUIZ – 29 / SEPTIEMBRE – OCTUBRE 2020
Carta de Pedro de Miranda en Ciudad de los Reyes (Lima, Perú) a Simón Ruiz en Medina del Campo, con dos memorias de cargas de trece y dieciséis barras de plata que se envían a España
Ciudad de los Reyes (Lima – Perú), 16 y 28 de marzo de 1571
Manuscrito sobre papel / 32 y 22 cm, biflolio y folio
Archivo Simón Ruiz. ASR, CC, C 186, 179
El mercader Pedro de Miranda, primo de Simón Ruiz y como él natural de Belorado, llega al Nuevo Mundo en 1562, desembarcando en “Nombre de Dios” puerto al que arribaba por entonces la Flota de Indias (lo hará hasta 1596). Desde allí escribe su primera carta el 1 de abril de aquel año. Suponemos que desde dicha ciudad portuaria se dirige hasta Ciudad de los Reyes (Lima) donde está activo, al menos, entre 1570 y 1577 que son los años de los que se conserva su correspondencia: en total, 32 cartas enviadas desde la capital peruana, en su gran mayoría a Simón Ruiz en Medina del Campo. Creemos que en 1579 está, ya de vuelta, presente en la feria de octubre de Medina, al menos para entonces se remite a su nombre una letra de cambio desde Lyon; entre noviembre de 1583 y febrero de 1584 entendemos que residía en Valladolid, ciudad desde donde envía cinco cartas a Simón Ruiz.
En Lima forma compañía con el mercader Jerónimo Ferrer logrando cierta estabilidad que se ve contrariada en varias ocasiones, como la del robo de 12.000 ducados, acaecido en 1570 por parte de un corsario francés, que Miranda había destinado a la compra de mercancías en España; o los reveses padecidos en las transacciones de azogue que pretendió entre las minas del Perú y Nueva España, como el embargo de 160 quintales de este producto sufrido en 1571 (Lorenzo, I, p. 269).
El vínculo comercial de Pedro de Miranda con sus primos los Ruiz no es el propio de un factor o un encomendero, es más bien una relación de confianza entre parientes merced a la cual interviene, en su nombre, en el cobro de deudas de mercaderes que han huido al Nuevo Mundo, o bien en el envío de lingotes o “barras” de plata que se envían hasta el puerto de Sevilla ya “ensayadas y contramarcadas” para su futura acuñación, como ocurre en el caso de la carta que nos ocupa, en la que se refieren dos partidas de trece y dieciséis lingotes. En un primer escrito, fechado el 16 de marzo de 1571, Pedro de Miranda da cuenta de las vicisitudes de la llegada de un navío en el que llegan “los pesos de oro de Ariquipa (sic) para Su Magestad… que eran para pagar los salarios del visorrey y oydores y ynquizizion, y que si algunos sobrasen… me pagarían”; en quince días, recibirá de los oficiales reales 2.750 pesos “con hartos ruegos”. Al final de este primer escrito se habla también de “la deuda de Arce”, que entiende “se cobrará en la villa de la Plata…”. Sigue la memoria en la que se da cuenta de “las treze barras que lleva [en el navío de] Miguel Ángel para dar al señor Alonso Álvarez, para que las registre en dos o tres navíos en Registro del Rey… que van a Riesgo de los dichos Francisco de la Presa y Simón Ruiz y compañía”; a continuación figura la cuenta correspondiente en la que aparece, a la izquierda, la marca de la compañía de Francisco de la Presa y Simón Ruiz, con la que van marcadas las barras de plata y, a su derecha, por columnas: el número consignado, el peso y el precio de cada una de ellas, cuyo total asciende a 1.222.707 mrs.
A continuación, sigue un nuevo escrito fechado el 28 de marzo del mismo año, en el que se da cuenta de otra carga, ahora de dieciséis barras de plata, que le dan a Miranda los oficiales reales de otro “navío de Arequipa” cuyo valor es de 1.586.046 mrs equivalentes a 3.524 pesos, que sumados a los doce que cuesta el flete de la plata, arrojan un total de 3.536 pesos, según se anota en la correspondiente cuenta que es similar a la citada anteriormente.
Antonio Sánchez del Barrio
BIBLIOGRAFÍA
Eufemio Lorenzo Sanz, Comercio de España con América en la época de Felipe II. Tomo I: Los Mercaderes y el Tráfico Indiano. Institución Cultural Simancas. Valladolid, 1986, pp. 269 y 333.